MIEDO
A última hora del día 18 de julio, llega a mis manos un escrito del Sindicato Independiente de Trabajadores. “REUNIÓN COMITÉ REDUCIDO”. Nunca mejor dicho. Solo se reúne la dirección con dicho sindicato. El resto son TRANSPARENTES, como muchos de los trabajadores que formamos parte de la plantilla y, en especial, los eventuales.
Leo con detenimiento lo que dice discrepando de su totalidad. No pasa nada, son formas de entender las políticas laborales y cómo afrontarlas. Pero hay algo que me Indigna. Un párrafo que dice, “Agradeció (la dirección) enormemente a todas las personas que voluntariamente trabajaron este sábado, señalando que comprenden la responsabilidad que tiene el Centro de Vigo para dar respuesta a la demanda de nuestros clientes”.
Yo trabajé ese sábado 15 de julio y no lo hice voluntariamente. Fue el día laboral más triste de los más de 26 años que llevo trabajando (la mayoría en otras empresas y otro sector). Lo hice contra mis principios, contra mi sentir solidario en lucha contra lo que considero un abuso. Y no, no vino nadie amenazándome. Lo hizo la propia empresa cuando me ofreció este contrato eventual de fin de obra desde el primer día y en el que ganaría entre un 30 y un 40% menos que hace solo 2 años y medio, en plena crisis económica, y no como ahora en plena “recuperación”. La recuperación de unos pocos a costa de sus transparentes empleados.
Me obligó la empresa porque sabe, así lo tiene previsto, que apenas se puede llegar a fin de mes con estas condiciones, porque conoce que la nómina del mes de vacaciones, a base de 4 horas, no dará para cubrir los gastos mínimos. Me obligó la empresa porque sabe que NECESITAMOS ingresos adicionales para subsistir. Necesitamos veladas agotadoras y todos los sábados que podamos.
Si tuviese un contrato digno con un salario digno, en mi estaría la voluntariedad, la LIBERTAD de poder decidir. Y si esas condiciones se diesen, posiblemente sintiese esta empresa como parte mía y por la que arrimar el hombro, o como dice la jerarquía, con la que colaborar.
Como eventual precario que soy, no me puedo plantear ni comprender responsabilidades de dar respuesta a demandas de nuestros clientes. Solo puedo concentrarme en como poder sacar adelante a mi familia. Ya se que esto no importa. Nadie nos ve ni nos siente, somos solo herramientas de producción, una parte contable a reducir para aumentar un beneficio. Ingredientes de una tarta que solo comerán unos privilegiados insaciables.
Podría hablaros de muchas cosas que ya conocéis. Del miedo a la lesión y causar baja (siempre ajena al trabajo ¡Que vergüenza de servicios médicos. Que desprestigio para dicho nombre!), del miedo a decir “no puedo” a una velada, de ese mismo miedo a decir “no” voluntariamente a un sábado.
Miedo, si miedo. Esa política del miedo en la que parece que esta sociedad se ha instalado. Piedra filosofal de nuestros gobernantes, de nuestra dirección, de nuestros “Recursos Humanos” (qué ironía llamarse así), de nuestros Responsables (otra ironía).
Siento haber trabajado el sábado. Por ello os pido perdón. Me obligó la empresa. Se que no es excusa, pero yo también estoy atenazado por el miedo.